Y ahí te tienes, exigiendo pruebas de amor que después no
soportas. Expresiones absurdas de un compromiso que no significa más que
opresión de los sentidos y represión de la imaginación volátil de tus
pensamientos. Ahí estás, buscando el interruptor para apagar la luz e incluso,
un poco desesperado, pensando en cortar de un saque el cable que alimenta la
red eléctrica aunque eso signifique una electrocutada muerte. Ah sí, sin luz,
casi muerto sí, pero feliz no. Sin luz, en la humedad de las sábanas frías que
hace meses no sacas a ventilar. Y ahora piensas en el sol, ahora que después de
la sequía llueve, al fin, a cántaros, ahora piensas en el sol, sol que cubriste
con tus lentes negros, sol que esquivaste cruzándote de vereda y esperando que
se haga la noche para salir a tender tus calzones, ahora pides sol, ahora que
ya no está y te quejas de la lluvia cuando tus cactus se han colmado de espinas
de tanto necesitar agua, cuando la tierra ha empezado a resquebrajarse después
de haber perdido hasta el último vestigio de césped. Y tú pides el sol, así,
tal cual exiges pruebas de amor que luego no soportas.