martes, 8 de septiembre de 2015

compañera de aventuras

Me gusta de Rosario que el viento se arremolina en la esquina de Buenos Aires y Avenida Pellegrini.
El perfume de las cuadras donde habita una lavandería.

Que mis prendas preferidas procedan de negocios invisibles.
Las miradas anónimas y las de los incógnitos conocidos.
El trato amable del puestero de facturas de los jueves a la mañana y que el pequeño kiosco de flores de la esquina de la plaza este casi siempre abierto.
Me gusta ir a robarle una conversación a la señora que nunca sonríe y frenarme o caminar con cuidado cuando la vecina baldea la vereda, nuestra vereda, la suya, la mía, la de todos.
Me gusta mirar desde la calle los balcones donde fui amada, y buscar bares para invitar a desayunar, los sábados, a mi mejor amigo. Me gusta que el gustito del mes sea merendar en barcitos rococó o tomar una cerveza artesanal en bares color tierra, mientras hablamos de amor, de historias, de desencuentros. Que el supermercado del barrio huela a despensa y que su cajera use enormes anillos plásticos de colores, una gallega que reniega del mal rendimiento de Messi en el Club Barcelona. 
En Rosario disfruto de mi soledad observando al resto de la gente, la charla de una pareja de sordomudos, unos hombres hacen negocios, los viejos canosos discuten de futbol y a aquellos dos viven su primera cita, la atmósfera del bar por la mañana.
Disfruto, en Rosario, el helado de los domingos, que el menú incluya  postre y que la caja de zapatos en la que vivo sea cada vez más mía.
Uso la inseguridad como excusa para salir libre, sin cartera, y volver a casa en taxi cuando ya es un poquito tarde, pierdo las tarjetas de colectivo siempre que tienen mucho saldo, y he roto más teléfonos de los que me han robado.
Escaparme, en Rosario, es caminar siete, ocho, diez cuadras, hasta llegar al río.
Encontrarme es lograr escuchar el ritmo de mi corazón mientras camino en pleno centro entre el tumulto de gente, es no querer que el viaje en colectivo urbano termine porque lo estoy disfrutando, es cruzarme a la vereda donde da el sol y perderme en la brisa serena que huele a recuerdo.
Antes de estar en mí, Rosario estuvo lejos.
Rosario, ciudad de baldosas flojas, cañerías en constante reparación, de unos mucho y otros poco, de negocios inmobiliarios, obras en construcción, aquí, donde los Rosarinos son los menos, ciudad de calles cerradas, de infractores y olor al cereal que se pudre en el puerto los días de lluvia, niebla y mucha humedad.
Ciudad que me diste la libertad de ser arrogante, puta, solitaria, subversiva, mística, elegante, pobre y millonaria, dime, ciudad ¿Qué será de mi sin ti?


lunes, 7 de septiembre de 2015

BLUE.

¿Cómo puedes afirmar que soy linda al bailar si sólo lo has visto en tus sueños?
¿Es, acaso, la misma fuerza que te ha disfrazado de compañero cuando nunca lo has sido?
¿De qué me sirve que des señales de vida la misma noche en la que te extraño si no vas a estar aquí dándome calor en un eterno abrazo?
Ahora que te pienso cuando me faltas en la presencia de otro. Ahora que alguien me endulza el oído, me extraña y todo eso que tú no has podido y yo pensé no necesitar mientras estaban ahí tu palabra extraña, tu voz segura, tu respuesta impensada, tu inestable firmeza, las fotos de tus amaneceres, de la imagen del fuego quemando mi vela, del reflejo de tu cuerpo frente al espejo, tus silbidos, tu sonrisa, el granizado de tus ojos claros, el lunar que se hunde en las arrugas al límite de tus ojos, tus muecas, nada de eso necesito y por eso te quiero tanto.
Ahora que me siento sostenida y sofocada a la vez, que estoy en el futuro de alguien más, en su futuro y en cada uno de los rincones de su casa y de sus planes, ahora que puedo expresarme y dejar aflorar mi costado más romántico a cambio de reprimir mis delirios ocasionales que jamás temí compartir contigo.
Anoche pensé en borrarte de mí en un ritual, un ritual que incluya la luna nueva (esa que pocos percibimos, esa que pocos queremos), el fuego de mil velas, el humo de palo santo, y cientos de plumas bailando en su propio viento, yo me elevaría en el vuelo de los pájaros, mirando, desde la distancia, como te desprendes de mi cuerpo, mirando como vuelas a mí y al fin nos encontramos en alma, lejos, inalcanzables, efímeramente eternos.
Ahora que duermo con la cabeza orientada al norte, responde, por favor, esta noche, en mis sueños, responde, mis preguntas enviadas al cielo, dime, háblame, y no te asombres, que dicen, algunos dicen, que las cosas son así, responde, esta noche o mejor mañana por la mañana, no quiero estar dormida el día que me hables y me digas que hacemos hoy contigo y mañana conmigo.
Responde. Háblame.