lunes, 27 de junio de 2016

el anillo de bodas

…¿eran dragones, o dinosaurios voladores azules?, no lo recuerdo, cuestión: en esa ficción quien lograba “enchufarse” a un ejemplar de esa especie se hacía dueño del ser y a partir de ahí mantendrían un fuerte vínculo eterno.

Me pregunto si, acaso, estas condiciones, en lugar de ser ficcionarias son, en realidad, una metáfora del anillo de bodas.

Entonces pienso: ¿acaso tendría yo, alguna vez, el valor de casarme? ¿sería capaz de hacer al Universo testigo de la confirmación del fuerte vínculo eterno con mi compañero? 

¿Qué es lo que estoy diciendo? ¡¿Tener valor?! ¿¡Ser capaz?! ¡Suena a sacrificio, mujer!

¿Cómo es posible que la promesa de amarse, cuidarse y respetarse se haya convertido en una carga para quienes asumen el compromiso? 

Amarse, cuidarse y respetarse… no implica ser dueños ni dependientes. Es, bella y simplemente: amarse – cuidarse y respetarse, y ese compromiso es, en primer lugar, con uno mismo, es que quien sabe amarse, cuidarse y respetarse; ama, cuida y respeta y en la acción se enseña.
Ya lo dijo él: amarnos los unos a los otros. 
Enseñemos a amar, el resto decanta: cuidamos a quienes amamos, y sabemos que la mejor manera de cuidar es respetar.
...después de todo, la muerte no podrá separar lo que se une en nombre del amor, dicen.

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