¿las
observaste?, a ellas, a todas y a cada una de tus amantes, ¿las
observaste?
¿de
verdad te diste el lujo que convivir con su existencia sin haberla
observado?
Has
dejado pasar la posibilidad de guardar en ti la colección mas
preciada del mundo que son las mil y una mujeres que ella es con cada
uno de sus peinados que jamás es el mismo, con cada uno de sus
gestos en sus variables según el tono de humor del día, o del mes o
del año, o del clima, o de la noticia que resiente.
¿Que
clase de ser agnóstico eres? que has logrado escapar a la atracción
de la energía creativa que emana al concentrarse en resolver
enmarañados vericuetos de jamás entenderemos que cosa o,
simplemente siendo ella, en la actividad más preciosamente
cotidiana de las que han compartido.
¿los
observaste observarla? a, ellos, a los otros, ¿los observaste?
Notaste
que todo eso que no notaste, muchos desconocidos lo vieron con sólo
mirarla a los ojos en los únicos tres segundos que tendrán en su
vida para observarla en el regalo de valla a saber que casualidad de
verla pasar.
¿y
el diálogo de su cuerpo? Podré quizá, algún día, entender
la guerra pero jamás podré entenderte a ti, inmune al diálogo de
su cuerpo.
Podías surfear el abismo entre sus caderas y su cintura,
podías escalar sus senos, podías acampar en el bajo de su espalda,
podías descubrir estrellas entre los lunares de su piel… podías
esperarla con una copa de un abocado vino blanco, podían escuchar
sus temas preferidos de “Cigarretes after sex” y bailarlos,
podías encender velas, podías encenderla.
Y
esa es, la victoriosa trampa del egoísmo, llevas tanto tiempo en ti
que te has perdido la maravillosa ella.