domingo, 11 de noviembre de 2018

Las Maravillosas


¿las observaste?, a ellas, a todas y a cada una de tus amantes, ¿las observaste?
¿de verdad te diste el lujo que convivir con su existencia sin haberla observado?

Has dejado pasar la posibilidad de guardar en ti la colección mas preciada del mundo que son las mil y una mujeres que ella es con cada uno de sus peinados que jamás es el mismo, con cada uno de sus gestos en sus variables según el tono de humor del día, o del mes o del año, o del clima, o de la noticia que resiente. 

¿Que clase de ser agnóstico eres? que has logrado escapar a la atracción de la energía creativa que emana al concentrarse en resolver enmarañados vericuetos de jamás entenderemos que cosa o, simplemente siendo ella, en la actividad más preciosamente cotidiana de las que han compartido. 

¿los observaste observarla? a, ellos, a los otros, ¿los observaste?
Notaste que todo eso que no notaste, muchos desconocidos lo vieron con sólo mirarla a los ojos en los únicos tres segundos que tendrán en su vida para observarla en el regalo de valla a saber que casualidad de verla pasar.

¿y el diálogo de su cuerpo?  Podré quizá, algún día, entender la guerra pero jamás podré entenderte a ti, inmune al diálogo de su cuerpo.
Podías surfear el abismo entre sus caderas y su cintura, podías escalar sus senos, podías acampar en el bajo de su espalda, podías descubrir estrellas entre los lunares de su piel… podías esperarla con una copa de un abocado vino blanco, podían escuchar sus temas preferidos de “Cigarretes after sex” y bailarlos, podías encender velas, podías encenderla.

Y esa es, la victoriosa trampa del egoísmo, llevas tanto tiempo en ti que te has perdido la maravillosa ella.

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