Creo que fue en la primer cita con Ache. “Estudias arquitectura para
controlar las distancias” dijo.
Tenía razón, pero le falto un enorme detalle: quiero
controlar las distancias, si. Las del tiempo.
No mido los viajes en kilómetros, los mido en horas.
Alguna vez me enamoré de alguien que vivía a cuadras
caminables de mi casa, nos separaba la dimensión del tiempo. Un día mío, una
semana para él.
Una hora de besos no rinde una quincena de días, una noche
de sueño compartido es insignificante frente a dieciocho noches necesitando ser
abrazada. La ausencia en cuerpo, alma y
pensamiento alimenta la obsesión pero no el amor. El tiempo, sabio e
incontrolable, alimenta el desamor y respecto a la obsesión…
Hay sólo un lugar donde el tiempo se torna mucho más etéreo,
es esa caja de resonancia donde pierdo la conciencia y la inconsciencia toma
partido sobre mi voz. Mis oídos oyen, yo (¿yo? ¿cuál yo?) no escucho, pero la mente registra. La mente,
en todo su paquete, la mente que logro controlar y la que no, la que está
siempre abierta, y la que tiene combinación de seguridad, la que parece
traicionarme cuando en realidad me cuida. La que cuido, y de la que aprendo,
guiada por Ache, quien trabaja junto a mí en ese espacio adimensional, que no tiene
tiempo.
EL tiempo y los kilómetros son amigos del desamor. Dejé de
amar al gran amor de vida con el peso de la distancia a lo largo del tiempo.
Una ecuación sencilla: a mayor distancia, menor es el tiempo compartido. Y
cuando el tiempo compartido es poco, el tiempo en el que se extraña es mucho.
Extrañarse tanto, para verse poco es igual a locura, no a amor.
Si, se puede amar a la distancia, se puede luchar por lo que
se ama, pero ¿cuál es la relación entre sufrimiento y amor propio? Cuando el
sueño de estar cerca es tan lejano en el tiempo, ¿cuántos son los sueños
inmediatos no vemos y perdemos?
Y en las antípodas el no tiempo, la no distancia que es
igual al no espacio, no respiro, me ahogo.
Las ecuaciones deberían dar cero. ¿Cero es el equilibrio? ¿Cien
kilómetros está bien? ¿Una semana y media es suficiente?
Al fin de cuentas, quiero controlar y no puedo, principalmente
porque no sé qué tan cerca te quiero. Quizás nunca fue amor. Y la distancia es la muralla que me mantiene inmune al amor.
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