¿Recuerdas que pensabas que algo mágico estaba sucediendo?
Algo mágico en ese día que poco tenía que ver con lo que marcaba el calendario,
eran esos días, los cercanos a tu cumpleaños… estabas recostada, el árbol era
pequeño y la textura de su sombra te iluminaba. Pequeña e inmensa en gigantes
voces interiores, compañeras de la abstracción de todo aquello que podría estar
pasando por fuera de tus pensamientos.
Algo mágico tenía que estar pasando. Los caminos de hormigas, la tierra cuarteada, calor, mucho calor, sombra, pocas ganas de caminar, descansabas allí, mientras algo estaba pasando.
Pasaba el sol en su lento pero perceptible recorrido,
perceptible, aunque lo hayas entendido más tarde: el sol alcanzado su cumbre
anual, al menos hoy, en tu mundo, en aquel momento en que no sabías de
hemisferios pero si de vidas, países, y mundos dentro del mundo al otro lado
del mundo.
El desaturado marrón de la tierra seca se extendía hasta
copar el horizonte, que hacías coincidir con la tensa línea inferior del
alambrado, y sonreías de saber que ibas a llegar más allá, más allá del perímetro
y más allá del horizonte. Sabías de otras lenguas que quizá nunca llegues a
comprender, pero a veces los tuyos hablaban en otro idioma también.
Sabías que en tu paz jugabas con abejas que no pican, y que tu miedo te hizo aún más pequeña ante aquel domado caballo que omitió tu presencia, fue libre de tus órdenes y a ti te encarceló en la maldita confirmación de que este otro fracaso determinaba otra de tus tantas fantasiosas incapacidades.
Y el miedo caminaba junto a vos: quizá fueron muchas las
historias que no deberías haber escuchado, quizá eran demasiadas las cosas sin
explicación, o quizá estaba demasiada despierta la conciencia del pasado.
De rituales, fuegos, luces de colores, más fuegos, espejos
que brillan a lo lejos, cielos, muchos cielos, tantos cielos como segundos
puedas observarlo. Más fuegos. Siempre supiste de ellos, de ellos y de hoy,
futuro pleno y en paz.
Entonces, confía en ti, mi niña, que aquí estás, una vez más,
recordándonos que absolutamente todas las respuestas están dentro de nosotras,
sólo hay que animarse a sumergirse y bucear en nuestras profundidades, el
océano es oscuro y hace lucir el brillo de los seres más magníficos que hemos soñado.
Recuerda que estamos solas, pero acompañadas, tú en mí, yo en ti, y nosotras en
el abrazo de quienes nos aman, siempre, nos aman.
Fotografía; Lola Álvarez Bravo. Computadoras II. 1954.
Fuente: fotografica.mx

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