miércoles, 27 de abril de 2016

paso el momento

Anda, deja ya las armaduras y corre a sentirte en el viento, 
luego quédate quieto 
y deja ya de buscar por fuera lo que llevas dentro. 

Quédate, ahí, sin moverte, en la incomodidad, 
siente esa dádiva, examínala y cúbrete de ella, 
y encuéntrate, debajo, contigo mismo. 
Anda, deja ya de buscar por fuera lo que llevas dentro.

Vamos, ve, ya basta de contenerte, 
desplázate, 
arremolínate si es necesario, 
fluye y encuentra tu cauce con su mar,
 funde su sal en tu dulzura, 
se corriente cálida en invierno y fría en verano, 
se al cardumen lo que el viento al vuelo de los pájaros,
 y permítete descansar, 
sólo para sedimentar las piedras que llevas contigo,
ya, déjalas en el lecho.

Ey, tú, libre del bastión, 
y siéntete a gusto  en la piel de esa mujer, 
esa para la cual no es necesario que quites las espinas. 
Luego ve y quédate horas, tardes enteras, 
se el amo de ese fuego, 
el que tanto tardas en encender. 

Arderás por dentro 
con el calor de esa luz que sólo ves a ojos cerrados  
y encontrarás tu piel en ti y a ti en tu piel 
mientras ella te roce aunque sea sólo con el calor de su aliento mientras duerme a tu lado.


Disfruta, por favor, de cada segundo a su lado,
 que el agua de la ducha, 
el amanecer de sol, 
la salida de la luna llena, 
la cera caliente de las velas sobre el algarrobo, 
el jugo de naranjas, 
las películas en casa, 
el te de frutos rojos sin azúcar, 
el menú ejecutivo del bar, 
correr, 
los mantras y la música electrónica, 
el sofisticado cocktel nocturno,
 la limpieza,
 el amor… 
por favor, que sea a dos,
 anda, que ya pasó el momento de andar solo.   

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