viernes, 14 de diciembre de 2018

Rehen de ésta idiota.




Las estructuras se desmoronan, caen y estallan en miles de pedazos como los sueños que jamás tuvieron sustento en la realidad. 
Las astillas molestan en el cuero curtido y lastiman la fragilidad de los que no existen.
El agua encapsula en burbujas el aire que deja a su paso la muerte y los cuerpos celestes del cielo se sacrifican en implosiones estelares para los Dioses humanos, ellos: única razón de ser de la existencia del exiguo universo.
El absurdo imaginario de los niños se evapora al sol de los años y en esa oquedad de la nada nacen las reflexiones importantes: el dinero, el poder, vencer, aparentar y, por sobre todas las cosas, jamás amar.
Los colores, la música, las texturas y los sabores están aquí para torturarnos, para hacer creer a los nefastos locos artistas que pueden hacernos sentir.
El mundo con ellos es una porquería.
Y yo, viviendo en el más recóndito rincón del cerebro de ésta loca, dulce, penosa y feliz.
Rehen de ésta idiota que se piensa que el mundo está aquí para sentirlo. 
Y estaré en ella, aislada, hasta que un nuevo desamor me rescate. Soon.

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