Un día estás pensando en cuánto va a doler, y recordás que
el único dolor al que le tenías miedo era al de la muerte, no a morir, sino al
dolor al hacerlo. Entonces retrocedes sobre tu teoría de toda la vida y te das
cuenta de que en realidad sí te importaría morir, de que hay cosas que van a
seguir sucediendo en tu ausencia y deseas ser parte de eso, y para que después
de la muerte las cosas sigan sucediendo, se necesita, de una u otra manera, que
otros vivan mientras tu no estas.
Es poco probable que la muerte duela, entonces, mejor deja
de acumular el dolor de la vida, despréndete de él, libéralo, sacúdete, baila,
ríe y llora que el cuerpo es uno solo, la mente es sólo una y el corazón,
bueno, el corazón es otra historia.
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