miércoles, 25 de marzo de 2015

agua en el mar, fuego en el infierno

Estoy buscando esa persona que estoy segura puedes ser pero no sé si estés dispuesto a serlo.

No  voy a frenar la búsqueda.

La vas a frenar vos, sólo tienes que pedirlo, buscarme, conquistarme, ser ese hombre.
La va a frenar otro, mientras tú no lo pidas, no me busques, no me conquistes, no seas ese hombre.

Es verdad que encontré en vos algo que busco desde hace tiempo, pero eso no me frena en ti, al contrario, me impulsa a saber que no hay únicos, hay más peces en el mar, somos un cardumen que despliega su encanto en la conquista de aquello que estamos buscando.

Somos muchos teniendo lo que otro busca, buscando lo que otro tiene, sólo hay que coincidir en tiempo, en lugar, en ganas… y el mar intergaláctico de las redes sociales nos está cambiando las reglas del juego.

Podemos vigilarnos hasta el hartazgo: doble tilde azul, última conexión, en línea… y no contesta. Controlar, perder, desesperar, los héroes incondicionales mueren, y la libertad está en la sencillez de lograr que absolutamente nada de todo esto nos importe.

Lo bueno de las búsquedas intensas, de los cientos de historias acumuladas es que una vez que te cruzas con algo bueno sabes diferenciarlo, y si te cruzas con algo malo, también. El método puede fallar pero no está en los planes andar cerrando puertas, si planeamos vivir el hoy, ¿Quién sabe? 
Quizá un día encuentre un momentáneo para siempre.




Ya lo decía la madre de una amiga de una amiga… hay que mantener las velas encendidas. 
Ya lo decía mi mejor amigo… sos fuego, nena.
Ya lo decía yo… el problema es que el infierno tiene mala fama.

miércoles, 11 de marzo de 2015

sexo

¿Qué pasa cuando un hombre y una mujer se encuentran? Bueno… cuando ese encuentro se da en el plano de lo sexual, ¿obvio?
Somos animales, instintivos y persuasivos y cuando hay piel… no hay mucho más que pensar.
¿Cuándo comienza el sexo? Quizá no sepa cuando es pero si sé que el inicio nada tiene que ver con la penetración, ni cuando invadiste con tus manos mi humedad más íntima, empieza antes… ¿Cuándo?
Un beso es demasiado inocente para culparlo de tanto, aunque jamás podrá liberarse del cargo de provocar la apertura a esa bendita divina dimensión a la cual me cuesta tanto acceder. Quizá el beso no sea más que un delicado traspaso a los límites del deseo, el beso extiende el horizonte a nuevas sensaciones que se viven en la oscuridad de los ojos cerrados. Dos amantes coinciden en un beso, el beso que sigo sin saber si es la apertura al sexo, no sé si pueda confirmarlo, pero siempre estaré segura de que besar es el más perfecto de los actos humanos, indicio de amantes que han coincidido en el evento más hermoso que un escritor pueda describir, así Cortázar en el séptimo capítulo de Rayuela… “…respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.”
¿Qué es el sexo? –Pregunta que no supe contestar, aquella vez… y fue punto de inflexión-
¿Cuál? ¿El sexo humano? ¿Ese que practicamos sin estar presentes en nuestros propios cuerpos, en la inercia de la costumbre, en la contradictoria naturalización de vivir sin cuestionarnos, sin asombrarnos, sin sentir? ¿El sexo del ABC de la revista femenina?  ¿El sexo banalizado, objeto, fundamento de venta del último Best Seller? ¿El sexo que encuentra placer en corromper reglas que jamás debieron existir? ¿El sexo con dominio, el sexo con metas? ¿El sexo al que temo?
Para mí el sexo es el sexo divino, en el que estamos presentes en cada centímetro cuadrado de nuestra piel, nuestra piel que se extiende muchísimo más allá del pene y la vagina. El sexo divino definitivamente empieza en la liberación de ese absurdo pensamiento ético social que nos cohíbe y amenaza con no dejarnos ser.
….cuando dos personas se encuentran, cuando sé quién es él, o cuando creo saberlo, pudiendo estar equivocada. El otro ha despertado en mí el profundo interés de tenerlo en mí, de hacerlo mío y hacerme suya, me transmitió seguridad, hice míos sus detalles, amé sus expresiones y palabras, adoré que este chico se asemeje a eso que espero de un hombre… al menos hasta este instante en el que el sexo comienza. 

Instante en el que abres la puerta, pides observar el dibujo de la piel de mi espalda y esa sensación tuya de sentirte intimidado termina siendo la excusa para terminar con tu boca en mi boca, y tus manos en mi piernas mientras yo no puedo dejar de sostener tu rostro. Perdí noción del espacio, ¿controlar las distancias? ¿cómo? Olvidé cuán ancho es un pasillo, siquiera puedo registrar si hay vacío sobre nosotros o cielo, o cemento, madera, ¿flotamos?, me guías… sabes a donde quiero llegar y es exactamente al mismo lugar en el que estás pensando desde que… ¿cuánto tiempo hace que quieres tenerme en tu cama?

Tarde un poco en liberarme, debería contarte lo difícil que es para mí llegar a ese sitio al que vos me llevaste, con vos, en tu respiración densa y perdida, en el latir de tu corazón salvaje, en tu cuerpo que me atrapaba cada vez más en cada uno de sus movimientos… y yo, en el intento de quedarme con el perfume de tu nuca respiré cada vez más hondo, más profundo hasta encontrarme en el sitio al que quería llegar, a esa bendita divina dimensión en la que, paradójicamente, pierdo la conciencia para percibirme absolutamente completa en cada uno de mis sentidos. Sentirnos, aún prisioneros de nuestras prendas íntimas, nuestros pechos desnudos, y yo sedienta de vos con tan sólo observarte, la perfecta dimensión de tus músculos que te hacen humano y gigante, los dos haz de luz que se filtran por la ventana e iluminan tu rostro mientras tú y tu boca se encuentran concentrados en mis pezones, nos observo desde arriba… la pequeña dimensión de mis pechos, mi piel, vos, tu rostro, y tu boca, todos, nosotros, atravesados por la luz…  esa imagen, cual foto instantánea que se graba en mi retina, amarla es poco. 

Insisto en asegurar que sabias perfectamente lo que estabas haciendo, ¿Qué pasa cuando un hombre y una mujer se encuentran? El otro permite sentirnos, y evocar el goce en su más extrema expresión, este acto instintivo animal que encuentra placer en el placer ajeno.


Dejaste parte de vos en mi piel y te obligué a que también sientas lo que se siente, nuestros vientres resbalando en vos y vos y tu pensamiento completamente embelesado con tantas actitudes que siempre esperaste ver juntas y jamás creíste encontrar en aquella primera noche. 

Soy terrible, sí, pero lo aclaré al inicio del primer tiempo: me gusta el sexo, me encanta, y lo disfruto cuando es así en aquella bendita divina dimensión en la que deseo, profundamente, volver a encontrarnos, tu y yo, protagonistas. 

martes, 10 de marzo de 2015

Tu sabrás.

No quiero ni pensar en todo lo que pudo pasar por tu cabeza estos días. Quizá no, quizá tu vida siguió normal en el siempre cotidiano intento de no aburrite.

Contamos historias, algunas las inventamos juntos y en otras nos hicimos partícipes de esos pequeños fragmentos de vida que quisimos dar(nos) a conocer en el propósito de contar quienes somos. Desnudando u ocultado, nunca se sabe. Exagerando virtudes, disminuyendo fallas, conversando en la insegura sensación de no saber frente a quien estamos… hasta que dejamos de pensar... ¿para dejarnos ser?

 Algún día debería contarte que me resultó exquisita la sensación de ser yo misma sin el miedo de aquello que puedas pensar de esto que digo, de esto que pienso, de esto que soy.
Algún día debería contarte que hable con tu cuerpo desde el primer instante, que él y yo nos entendimos, que me habló de vos, me ayudo a sentirme segura y por eso me anime a dejarlo sentir mi piel, no es que me haya sentido en deuda, no olvido que mi cuerpo también es travieso y me impulsa a lograr lo que, en el fondo, siempre quiero.

Te jactas de ser un hombre de pocas palabras, que más bien prefiere escuchar a hablar, pero he tenido que guardar silencio frente a tu impulso de contarme tantas cosas, ¿mentiste al describirte? ¿O fuiste lo suficientemente inteligente para darte cuenta de que estabas frente a una mujer capaz de escucharte sin juzgarte y apreciarte como hombre que sabe lo quiere, donde conseguirlo y como lograrlo? 
Quizá no fue cuestión de inteligencia y fue la simple comodidad de estar frente a mí con aquello que habrás sentido sin yo saber que fue, quizá pude intuirlo… te dejaste llevar, te dejaste ser… o al menos eso quiero pensar, no lo sé. ¿Qué fue? ¿Qué sentiste? ¿Cómo estabas? ¿Estabas ahí?

Si todo esto estaba en tus planes, si eres un frío calculador… debo felicitarte, elegiste con una sensibilidad precisa que decir, con que palabras y como emitirlas para que suenen sinceras. Seleccionaste la dosis justa de dulzura o de sarcasmo, la dosis justa de sonrisas… a veces tímidas, también las hubo intimidantes. Supiste que preguntar para acercarte a mí, rozarme, rodearme y obtener de mi boca mucho más que un gesto.
Lo esperaba, sabías que lo esperaba, hice que te acerques en la pelea adolescente por unos dibujos en una revista que no fueron más que otra de tus excusas para hablarme de vos y hacerme saber aquello que, quisiste, yo  sepa. Aquello que guionaste, en tu plan, frío y calculador, para obtener de mi aquello que te di en esa bendita divina dimensión en la que, al menos a mí, me resulta imposible mentir, fingir, cohibirme… es que dejo de pensar, sólo puedo sentir.

Si en tu plan, frío y calculador, trazaste un mapa para llevarme a esa dimensión, ruego me lo envíes o, mejor, aceptes ser el guía que ayude a esta mujer a sentirse segura en el final del trayecto que emprendió hace un tiempo… buscando en mí un tesoro perdido del cual, tu sabes, jamás podrás ser el dueño.  

 Pero el tesoro me completa, y de mi plenitud podrás disfrutar, siempre y cuando…


…ya lo sabrás.
.o no.