Tengo más lugares, no se… es raro. Si, lugares; voy a hablar
de lunares pero ellos conforman lugares.
Alguna vez dije que tengo una constelación de lunares en mi
piel, vale la analogía, así como las estrellas que a veces, parece, hay más,
que a veces, parece, hay menos… lo mismo me pasa con los lunares. Observo mi
piel y no estoy segura de haber conocido a ese lunarcito que esta junto al más
grande, casi en el centro pero reservándose a un costado, conformando extrañas triangulaciones en mi
hombro, como si de figuras de un caleidoscopio se tratase.
Un enamorado me dijo alguna vez que podría reconocer mi
cuerpo observando algunos de mis lunares, así como los astrónomos guardan mapas
de constelaciones en sus memorias, el reconocía mi piel. Mi piel y esa pequeña
vena que se transluce al borde de uno de mis pezones, el derecho.
Pero la piel cambia.
Mi piel varía como lo hace cualquier otro ser que transita
el paso del tiempo, entonces ese enamorado tendría que haber transitado el paso
del tiempo junto a mí para poder seguir reconociendo aquellos datos que alguna
vez registró en su memoria. Y ahora sus memorias están ocupadas por otras
pieles, otros pezones, otras venas, otros lunares; lo cual no significa que aún
no pueda reconocerme, sucede que esa posibilidad se hace cada vez más estrecha,
en manera directamente proporcional al correr del tiempo, al pasar de amores,
al pasar de noches fugaces... lunares
fugaces.

