martes, 24 de septiembre de 2013

SANANDO...

Me sentí enferma.

Lo primero que entendí fue que no estaba bien esto de aprender  sentada en una mesa frente a un libro, decidí viajar. Pasaron unos cuatro años, los viajes no fueron tantos.

El primer destino fue Valparaíso, Chile. Una puerta que se abre para quedar por siempre abierta.
Luego,  viaje sin estar presente. Subí a un avión rumbo a Río de Janeiro y olvidé empacar el corazón. En el país del carnaval y sin corazón, sin el latir que marca el más inicial de todos los ritmos ¿Qué clase de mujer viaja a un paraíso tan romántico sin corazón?

Pensé que podía corregir semejante error en el país de la Murga, viaje a Uruguay, pero esta vez olvidé empacar los sentidos.  No tiene sentido.

No volví a viajar.

Inicié una aventura desde donde estoy, el estoy que soy yo. Una exploración por los recónditos rincones del inconsciente. Conocí secretos, recorrí recuerdos, exploré sensaciones, descubrí conocimientos, abrí bloqueos. La aventura no termina.

Ahora amanezco sintiendo.

Entendí algo más: mejor que los libros, mejor que los viajes, son las personas. Después de todo también están en los libros y en los viajes, y en donde estoy.

Entonces la ciudad  se llena de héroes.
La que me rescata de la timidez al arte,
 el que me devuelve la pasión por la arquitectura,
quienes me muestran los mapas de la psiquis,
 la que me incita al delirio,
la que me rodea de nuevas músicas e historias de cine,
los que completan el mundo,
esa tipa que logra todo y tanto admiro,

y después (o antes, o durante) estoy yo, también heroína, a mi manera. Dejándome rescatar algunas veces, otras permitiéndome ser modificada, a veces emito, a veces reflejo,  a veces irradio, a veces absorbo.


En fin, quiero leer, quiero latir, quiero viajar, quiero sentir, quiero rodearme de gente, quiero ser amada…
… siempre y cuando no esté muy cansada

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