Así con los ojos marrones, así con el río. Nadar a ciegas en las aguas turbias es sentir el barro en los pies, y en la piel el roce de lo desconocido. Quien se entrega a veces desconfía, pero más se entrega quien confía; entonces sucede lo mismo con la mirada. Cuando me mire a los ojos y logre dejar de pensar, va a olvidar aquello que andaba buscando para entregarse y amarrarse en el abrazo de la profundidad.
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