martes, 19 de noviembre de 2013

princesas para un rey

Yo también viví un amor de una noche. Y creo que para toda la vida va a ser el eterno amor de mi vida.
No existe posibilidad de volver a estar con él y eso resguarda por completo el dulce recuerdo de su amor, la amargura de saber que su realidad está en la lejanía de lo incomprobable y lo que quedo a mi lado es el ideal mágico, ideal imaginario. Si no es ideal, no existe otra manera de definir una noche cualquiera como una noche de amor.

Como cual príncipe de cuentos de hadas él libero a la princesa, cumpliendo una fantasía y dejándola ir para siempre de mi cuerpo, y un tanto de mi alma.

Primero fueron unas seis horas siendo dos en uno. Luego vinieron siete insoportables días de él viviendo en mí, le siguieron tres meses de su recuerdo en mi piel. Y ahora sólo es un vago pensamiento que apenas se recobra en una sonrisa.

Quien no habla lo dice todo con la mirada, quien seduce lo dice todo con el cuerpo.

Fui todas las heroínas de mis historias de amor. Fui una Julieta amando a su enemigo; Bella Durmiente despertando a su lado; Jazmín envuelta en su magia; Luisa volando en sus brazos; Anastasia siguiéndolo aferrada a su mano;  Cenicienta volviendo a mi realidad al medio día.      

JULIETA. No lo quiero, podría decirse que lo detesto, tanto como a aquel personaje rosarino con el soñé en alguna oportunidad. El goce en lo que detesto. Separar lo que esa persona significa, su pensamiento y sus ideales del El Hombre. Después de todo, ambos sueños fueron piel, fueron cuerpo, fueron sexo, sólo eso.

ANASTASIA. Una mirada cómplice entre tantas otras dándome la señal de alejarnos, él caminado al frente pero siempre cerca e iluminados por la luna en su leve cuarto menguante. Recorrer lo que no se ve… y volver, esperar, desaparecer y de nuevo dejarme guiar pero esta vez me mira de cerca, lo hace con ternura, me besa, toca mi intimidad y frena para tomarme de la mano y recorrer, juntos, el camino a su habitación.

JAZMÍN. Todo fue magia, él es esa música de idiomas desconocidos en voces familiares. Fue lento, tranquilo, preciso. Los encuentros de la piel empezaron siendo sólo roces. 
De pie, frente a frente respirando uno al oído del otro, las yemas de mis dedos acariciando su cintura; las yemas de los suyos rozando mis brazos, y su cuerpo entero haciéndonos retroceder hasta que el borde de la cama nos dijo basta y nos obligó a recostarnos sobre ella. Mi cuerpo se relajó por completo, su piel pudo conocer la mía, dejó que el perfil de mi cintura lo guíe directo a mis pechos, pechos libres, sin corpiño, los acarició, sintió la erección de los pezones, sentí tu sonrisa, los besó, fueron besos suaves y tan poderosos que volvieron un tanto ruidoso mi respirar, quité mi remera, quité la suya.  Se sentó a mis pies, quitó mis sandalias y a partir de los tobillos acarició mis piernas, junto a sus manos subía mi pollera, rozó mis pantorrillas, llego a las rodillas y las caricias empezaron a aumentar en presión, apretaba mis muslos, se aferraba a ellos como quien se toma del pasamano de una escalera por la que  sube una sintiendo vértigo y al final celebra la llegada con besos en mi sexo. El insoportable placer del sexo oral, demasiada energía puesta en un solo punto, imposible abstraerse, gire mi cara hacia el costado izquierdo, bese, mordí y chupe mis dedos, flexioné las piernas, contraje músculos, se acalambraron mis pies, me senté quitándome de él, busqué su mirada que esta vez parecía tímida y bese sus labios, busque su lengua con la mía, besarlo fue besarme.
El resto fue penetración hasta que me encontré durmiendo.

BELLA DURMIENTE. Las obligaciones, lo prohibido, el pecado, el engaño fueron el beso que me despertó, si es que en algún momento logre conciliar el sueño. Él dormía, plácidamente, cansado, con la sonrisa del goce en su rostro. Los finos rayos del sol del este se filtraban por las hendijas de la puerta, era de día. Empezaba a hacer calor y él transpiraba, prendí el ventilador, busque mi ropa interior,  me puse mi remera y me quede sentada a su lado. Lo observe dormir, me observe observando, sentía que el tiempo transcurría lento y denso. Cada vez mas denso, los malos pensamientos: las obligaciones, lo prohibido, el pecado, el engaño… mis pensamientos se retorcían mientras observaba a  mis yemas recorrer los vericuetos de sus tatuajes. Recuerdo el día que lo vi por primera vez, sólo vi su tatuaje, su mano tomando el volante de su auto, estábamos en un semáforo y pensé “este tipo es un idiota”, creo que lo sigo pensando, el único idiota sobre la faz de esta tierra que logra devorarme con la mirada y sin decir palabra.

LUISA. Recorrí con la mirada y con caricias cada uno de los dibujos que realzan su piel, yo estaba seria, preocupada pero entretenida, inventando historias, inventando significados, inventando riesgos, inventando futuro, inventando pasado y entonces sintió las cosquillas, y en un eterno instante quitó mi mano, abrió sus ojos, me miró, sonrió, me tomó entre sus brazos y me recostó a su lado. Fue un instante en el que toda mi conciencia volvió a mi cuerpo, como cuando despiertas de esos sueños en los que caes, pero esa mirada, ese gesto de satisfacción al verme y su total despreocupación... el abrazo, aún existen noches en las que no puedo dormirme y vuelvo a esos brazos, a ese beso en la mejilla, a su manera de amoldar nuestros cuerpos, a mi sonrisa, a mi piel y me duermo.
Volvimos a hacer el amor, volvió a repetir una y otra vez: “placer”


CENICIENTA. Y antes de despedirnos, me quedé con los pies sobre la tierra, los oídos en el viento y la piel en el sol, sintiendo mi cuerpo y volviendo a ser yo, con seis princesas menos y un hombre más. 

sábado, 12 de octubre de 2013

distancia inmune

Creo que fue en la primer cita con Ache. “Estudias arquitectura para controlar las distancias” dijo.
Tenía razón, pero le falto un enorme detalle: quiero controlar las distancias, si. Las del tiempo.

No mido los viajes en kilómetros, los mido en horas.

Alguna vez me enamoré de alguien que vivía a cuadras caminables de mi casa, nos separaba la dimensión del tiempo. Un día mío, una semana para él.
Una hora de besos no rinde una quincena de días, una noche de sueño compartido es insignificante frente a dieciocho noches necesitando ser abrazada. La ausencia en cuerpo, alma y  pensamiento alimenta la obsesión pero no el amor. El tiempo, sabio e incontrolable, alimenta el desamor y respecto a la obsesión…

Hay sólo un lugar donde el tiempo se torna mucho más etéreo, es esa caja de resonancia donde pierdo la conciencia y la inconsciencia toma partido sobre mi voz. Mis oídos oyen, yo (¿yo? ¿cuál yo?)  no escucho, pero la mente registra. La mente, en todo su paquete, la mente que logro controlar y la que no, la que está siempre abierta, y la que tiene combinación de seguridad, la que parece traicionarme cuando en realidad me cuida. La que cuido, y de la que aprendo, guiada por Ache, quien trabaja junto a mí en ese espacio adimensional, que no tiene tiempo.

EL tiempo y los kilómetros son amigos del desamor. Dejé de amar al gran amor de vida con el peso de la distancia a lo largo del tiempo. Una ecuación sencilla: a mayor distancia, menor es el tiempo compartido. Y cuando el tiempo compartido es poco, el tiempo en el que se extraña es mucho. Extrañarse tanto, para verse poco es igual a locura, no a amor.
Si, se puede amar a la distancia, se puede luchar por lo que se ama, pero ¿cuál es la relación entre sufrimiento y amor propio? Cuando el sueño de estar cerca es tan lejano en el tiempo, ¿cuántos son los sueños inmediatos no vemos y perdemos?

Y en las antípodas el no tiempo, la no distancia que es igual al no espacio, no respiro, me ahogo.

Las ecuaciones deberían dar cero. ¿Cero es el equilibrio? ¿Cien kilómetros está bien? ¿Una semana y media es suficiente?


Al fin de cuentas, quiero controlar y no puedo, principalmente porque no sé qué tan cerca te quiero. Quizás nunca fue amor. Y la distancia es la muralla que me mantiene inmune al amor.

domingo, 6 de octubre de 2013

ERIZAR de piel.



El viento está logrando erizarme la piel, entonces sentir la piel se siente bien, creo que es eso lo que tanto me gusta de estar de a dos, sentir la piel.
 Dos que no son cualquiera, dos de los cuales una soy yo, esta yo que está bien consigo misma y el otro es quien termina siendo más poderoso que el mismo viento ya que logra erizarme la piel sin siquiera estar presente. 

Que ternura que le tengo a mi imaginación, a esta facilidad de pensarte, crearte y recrearte. Que dulce que me resulta encontrarte cada vez más lejos en el tiempo, cada vez más diferente al ideal que creo de vos, tan realmente diferente que me gusta. Aunque temo hacerme adicta a pensarte, ya ni siquiera puedo dormirme si no es soñando.

Antes que digas que sientes lo que no sientes prefiero que no digas nada, o mejor si dices que no sientes. Así es más fácil. ¿no? O acaso temes perderme? Entonces… ¿sientes?



TU, que me percibes, que escuchas a mi cuerpo cuando habla y tienes absoluta lectura sobre lo que dice. Pero sólo sabes de mi cuerpo, no sabes de mi. 
No sabes de mis miedos. 
No sabes de mis ideales, de mis pensamientos. 
No sabes de mi ganas, apenas algo de mis gustos. 
No sabes de mi historia. 
No sabes, no puedes, ni quieres saber. 

El viento vuelve a soplar, vuelve a erizarme la piel, la piel, que bien se siente.

domingo, 29 de septiembre de 2013

LUNA LUNARES

Tengo más lugares, no se… es raro. Si, lugares; voy a hablar de lunares pero ellos conforman lugares.
Alguna vez dije que tengo una constelación de lunares en mi piel, vale la analogía, así como las estrellas que a veces, parece, hay más, que a veces, parece, hay menos… lo mismo me pasa con los lunares. Observo mi piel y no estoy segura de haber conocido a ese lunarcito que esta junto al más grande, casi en el centro pero reservándose a un costado,  conformando extrañas triangulaciones en mi hombro, como si de figuras de un caleidoscopio se tratase.

Un enamorado me dijo alguna vez que podría reconocer mi cuerpo observando algunos de mis lunares, así como los astrónomos guardan mapas de constelaciones en sus memorias, el reconocía mi piel. Mi piel y esa pequeña vena que se transluce al borde de uno de mis pezones, el derecho.

Pero la piel cambia.


Mi piel varía como lo hace cualquier otro ser que transita el paso del tiempo, entonces ese enamorado tendría que haber transitado el paso del tiempo junto a mí para poder seguir reconociendo aquellos datos que alguna vez registró en su memoria. Y ahora sus memorias están ocupadas por otras pieles, otros pezones, otras venas, otros lunares; lo cual no significa que aún no pueda reconocerme, sucede que esa posibilidad se hace cada vez más estrecha, en manera directamente proporcional al correr del tiempo, al pasar de amores, al pasar de noches fugaces...  lunares fugaces. 

martes, 24 de septiembre de 2013

SANANDO...

Me sentí enferma.

Lo primero que entendí fue que no estaba bien esto de aprender  sentada en una mesa frente a un libro, decidí viajar. Pasaron unos cuatro años, los viajes no fueron tantos.

El primer destino fue Valparaíso, Chile. Una puerta que se abre para quedar por siempre abierta.
Luego,  viaje sin estar presente. Subí a un avión rumbo a Río de Janeiro y olvidé empacar el corazón. En el país del carnaval y sin corazón, sin el latir que marca el más inicial de todos los ritmos ¿Qué clase de mujer viaja a un paraíso tan romántico sin corazón?

Pensé que podía corregir semejante error en el país de la Murga, viaje a Uruguay, pero esta vez olvidé empacar los sentidos.  No tiene sentido.

No volví a viajar.

Inicié una aventura desde donde estoy, el estoy que soy yo. Una exploración por los recónditos rincones del inconsciente. Conocí secretos, recorrí recuerdos, exploré sensaciones, descubrí conocimientos, abrí bloqueos. La aventura no termina.

Ahora amanezco sintiendo.

Entendí algo más: mejor que los libros, mejor que los viajes, son las personas. Después de todo también están en los libros y en los viajes, y en donde estoy.

Entonces la ciudad  se llena de héroes.
La que me rescata de la timidez al arte,
 el que me devuelve la pasión por la arquitectura,
quienes me muestran los mapas de la psiquis,
 la que me incita al delirio,
la que me rodea de nuevas músicas e historias de cine,
los que completan el mundo,
esa tipa que logra todo y tanto admiro,

y después (o antes, o durante) estoy yo, también heroína, a mi manera. Dejándome rescatar algunas veces, otras permitiéndome ser modificada, a veces emito, a veces reflejo,  a veces irradio, a veces absorbo.


En fin, quiero leer, quiero latir, quiero viajar, quiero sentir, quiero rodearme de gente, quiero ser amada…
… siempre y cuando no esté muy cansada

domingo, 22 de septiembre de 2013

SENTIR



Hoy desperté. Hoy desperté sonriendo, con esa sensación de paz, entrelazada con el acolchado. Mis pechos libres, sin corpiño, tenía puesta mi camisa naranja. Recuerdo que anoche sentí un poco de frío y ganas de caricias. Mi camisa me acaricia.
Desperté sintiéndome sensual, es que había tenido un sueño erótico. Si, la terapia hace que siempre le encuentre una parte un poco oscura  a esos sueños, pero considerando mi estado al despertar, esa parte quedará para el diván.

Amo los detalles de los sueños, amo poder revivir esos detalles, especialmente cuando son tan reales: como cuando comencé a besarlo por la espalda, el segundo en que dudé de seguir haciéndolo hasta que noté su respiración, intensa y el momento en que me dejo caer sobre el piso, acompañada por él y sus besos, y lo que no puedo olvidar: entre sus brazos, mi cuello se tensa pero sus manos lo sostienen, mis brazos encuentran la alfombra, me encuentro segura, mi cuerpo termina de caer, se recuesta y sobre el mío cae el de él. 

El resto es anecdótico, es incertidumbre: deseo, fantasía, erotismo ¿llevarlo al plano de lo real? De por sí él ya es un imaginario echo realidad. Él es un personaje Rosarino, de éstos que tanto detesto… es que amo sus detalles, me pueden, me transmite eso que es tan difícil sentir. Y ésta vez hablo de sentir mientras estoy despierta y tengo los ojos abiertos, y estoy vestida, y estoy rodeada de gente, y estoy frente a él pero sin él.  
    

domingo, 15 de septiembre de 2013

...de mis charlas con Ache

Cuando lo conocí le dije que todo estaba bien, que sólo había una cosa que funcionaba mal en mí y eso era el amor.  Con el tiempo la problemática paso del amor, a los hombres, de los hombres a la niñez, de la niñez al muy hijo de re mil puta de “El hombre”, del muy hijo de re mil puta de 
"El hombre” a mí, de mi a niña, de niña a mujer y aquí estoy, en Mujer.   

miércoles, 11 de septiembre de 2013

ENTRÉGATE

 Buscó en mi mirada los ojos de ella pero los míos le resultaron demasiado oscuros como para encontrar eso que andaba buscando. Mirar y encontrarse en la profundidad de los ojos marrones no es tarea fácil, pretender entender que es lo que sucede en el fondo es tan absurdo como observar la superficie del río creyendo que es posible ver las maravillosas historias del fango que se mece en las profundidades. 


Así con los ojos marrones, así con el río. Nadar a ciegas en las aguas turbias es sentir el barro en los pies, y en la piel el roce de lo desconocido. Quien se entrega a veces desconfía, pero más se entrega quien confía; entonces sucede lo mismo con la mirada. Cuando me mire a los ojos y logre dejar de pensar, va a olvidar aquello que andaba buscando para entregarse y amarrarse en el abrazo de la profundidad.