¿Qué pasa cuando un hombre y una mujer se encuentran? Bueno…
cuando ese encuentro se da en el plano de lo sexual, ¿obvio?
Somos animales, instintivos y persuasivos y cuando hay piel…
no hay mucho más que pensar.
¿Cuándo comienza el sexo? Quizá no sepa cuando es pero si sé
que el inicio nada tiene que ver con la penetración, ni cuando invadiste con
tus manos mi humedad más íntima, empieza antes… ¿Cuándo?
Un beso es demasiado inocente para culparlo de tanto, aunque
jamás podrá liberarse del cargo de provocar la apertura a esa bendita divina
dimensión a la cual me cuesta tanto acceder. Quizá el beso no sea más que un
delicado traspaso a los límites del deseo, el beso extiende el horizonte a
nuevas sensaciones que se viven en la oscuridad de los ojos cerrados. Dos
amantes coinciden en un beso, el beso que sigo sin saber si es la apertura al
sexo, no sé si pueda confirmarlo, pero siempre estaré segura de que besar es el
más perfecto de los actos humanos, indicio de amantes que han coincidido en el evento
más hermoso que un escritor pueda describir, así Cortázar en el séptimo
capítulo de Rayuela… “…respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan
tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los
dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume
viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar
lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la
boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y
si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible
absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una
sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí
como una luna en el agua.”
¿Qué es el sexo? –Pregunta que no supe contestar, aquella
vez… y fue punto de inflexión-
¿Cuál? ¿El sexo humano? ¿Ese que practicamos sin estar
presentes en nuestros propios cuerpos, en la inercia de la costumbre, en la
contradictoria naturalización de vivir sin cuestionarnos, sin asombrarnos, sin
sentir? ¿El sexo del ABC de la revista femenina? ¿El sexo banalizado, objeto, fundamento de
venta del último Best Seller? ¿El sexo que encuentra placer en corromper reglas
que jamás debieron existir? ¿El sexo con dominio, el sexo con metas? ¿El sexo
al que temo?
Para mí el sexo es el sexo divino, en el que estamos
presentes en cada centímetro cuadrado de nuestra piel, nuestra piel que se
extiende muchísimo más allá del pene y la vagina. El sexo divino
definitivamente empieza en la liberación de ese absurdo pensamiento ético
social que nos cohíbe y amenaza con no dejarnos ser.
….cuando dos personas se encuentran, cuando sé quién es él, o cuando creo
saberlo, pudiendo estar equivocada. El otro ha despertado en mí el profundo
interés de tenerlo en mí, de hacerlo mío y hacerme suya, me transmitió seguridad,
hice míos sus detalles, amé sus expresiones y palabras, adoré que este chico se
asemeje a eso que espero de un hombre… al menos hasta este instante en el que
el sexo comienza.
Instante en el que abres la puerta, pides observar el dibujo
de la piel de mi espalda y esa sensación tuya de sentirte intimidado termina
siendo la excusa para terminar con tu boca en mi boca, y tus manos en mi
piernas mientras yo no puedo dejar de sostener tu rostro. Perdí noción del
espacio, ¿controlar las distancias? ¿cómo? Olvidé cuán ancho es un pasillo,
siquiera puedo registrar si hay vacío sobre nosotros o cielo, o cemento,
madera, ¿flotamos?, me guías… sabes a donde quiero llegar y es exactamente al
mismo lugar en el que estás pensando desde que… ¿cuánto tiempo hace que quieres
tenerme en tu cama?
Tarde un poco en liberarme, debería contarte lo difícil que es para mí llegar a
ese sitio al que vos me llevaste, con vos, en tu respiración densa y perdida,
en el latir de tu corazón salvaje, en tu cuerpo que me atrapaba cada vez más en
cada uno de sus movimientos… y yo, en el intento de quedarme con el perfume de
tu nuca respiré cada vez más hondo, más profundo hasta encontrarme en el sitio al
que quería llegar, a esa bendita divina dimensión en la que, paradójicamente,
pierdo la conciencia para percibirme absolutamente completa en cada uno de mis sentidos.
Sentirnos, aún prisioneros de nuestras prendas íntimas, nuestros pechos
desnudos, y yo sedienta de vos con tan sólo observarte, la perfecta dimensión
de tus músculos que te hacen humano y gigante, los dos haz de luz que se
filtran por la ventana e iluminan tu rostro mientras tú y tu boca se encuentran
concentrados en mis pezones, nos observo desde arriba… la pequeña dimensión de
mis pechos, mi piel, vos, tu rostro, y tu boca, todos, nosotros, atravesados
por la luz… esa imagen, cual foto instantánea
que se graba en mi retina, amarla es poco.
Insisto en asegurar que sabias perfectamente lo que estabas haciendo, ¿Qué pasa
cuando un hombre y una mujer se encuentran? El otro permite sentirnos, y evocar
el goce en su más extrema expresión, este acto instintivo animal que encuentra
placer en el placer ajeno.
Dejaste parte de vos en mi piel y te obligué a que también
sientas lo que se siente, nuestros vientres resbalando en vos y vos y tu
pensamiento completamente embelesado con tantas actitudes que siempre esperaste
ver juntas y jamás creíste encontrar en aquella primera noche.
Soy terrible, sí,
pero lo aclaré al inicio del primer tiempo: me gusta el sexo, me encanta, y lo
disfruto cuando es así en aquella bendita divina dimensión en la que deseo,
profundamente, volver a encontrarnos, tu y yo, protagonistas.